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La nueva ola de invasión al léxico.

El lenguaje es la forma de contacto más inmediata y natural que posee el ser humano. Hablamos esencialmente para comunicarnos y cuando nos falta la expresión verbal o escrita, recurrimos a ademanes y gesticulaciones para darnos a entender. Charles Darwin, en su estudio de gestos y expresiones humanas, nos habla de esta facultad universal para comunicarnos mímicamente saltando por encima de las diferencias culturales (1). No obstante, cada idioma en su forma verbal y escrita contiene su propio proceso evolutivo condicionado por factores históricos, económicos y sociales en el que se incorporan o eliminan palabras, términos y expresiones. Así por ejemplo, en latín el dicho ‘esto es un cisne negro’, se usaba antiguamente para significar la imposibilidad de que algo fuese real, expresión que quedó obsoleta con el descubrimiento de Australia, pues el mundo se enfrentó a la especie negra de estos palmípedos. Por otra parte, el proceso contrario ocurre con más frecuencia, pero la incorporación de nuevos términos es más complicada. En ocasiones predomina la fonética, por ejemplo, en castellano el nombre que damos al Canal de la Mancha deriva del francés La Manche que significa manga, es decir, una manga de agua. Lo mismo ocurre con el nombre Cabo de Hornos, derivado del inglés Cape of Horn que significa Cabo de Cuerno, nombre asignado a él porque su forma se asemeja a un cuerno. Otras incorporaciones a la lengua tienen su origen en el latín o el griego, palabras que cada lengua adopta dando a ellas su sonido peculiar. La palabra ‘cursor’, tan utilizada universalmente hoy en día, viene del latín, pero su pronunciación varía en cada idioma. Aquí es su significado el que toma preponderancia en el uso, ya que significa ‘mensajero’, o ‘correo’: el cursor nos trae el acceso al mundo virtual.
Otro aspecto importante es el doble significado, a veces ofensivo, que conllevan algunas expresiones. En nuestra lengua castellana no es tan fuerte aún lo que en inglés se denomina political correctness, expresión que traducida al castellano aproximadamente sería hablar la lengua libre de ofensa a las creencias, raza o religión ajenas. En castellano la expresión ‘esto no está muy católico’, conlleva una significación negativa del objeto a que nos referimos, porque a éste le falta el componente católico. En inglés eso sería calificado como algo inaceptable ya que la expresión implica que todo lo que no es católico no es bueno, discriminando así contra otras religiones o creencias. Traducir esto en forma literal al inglés a personas que lo hablan como idioma materno despierta asombro y desconcierto. En nuestra lengua en cambio, se sigue utilizando en forma diaria, aún cuando al lado de la religión católica, preponderante en los países de habla hispana, conviven otros credos.
El proceso de incorporación de nuevos términos se ha acelerado en los últimos veinticinco o treinta años. Esto porque el mundo se ha enfrentado a la espiral vertiginosa del capitalismo global que trae consigo una innovación tecnológica constante cuyo impacto en los medios de comunicación ha transformado el entorno a niveles que hasta los años setenta u ochenta - aunque imaginables - parecían inalcanzables. Dicho desarrollo ha incorporado un nuevo léxico a la vida diaria. Celulares, ipods, cámaras digitales, internet, ordenadores, sistemas GPS, en sí contienen toda una jerga necesaria para comprender su funcionamiento. El vocabulario diario se ha ampliado abarcando un terreno invadido en cada lengua por un léxico cuyo origen se encuentra en los centros productores de la nueva tecnología en la que el inglés es la lengua predominante. Visto así el desarrollo linguístico, dos opiniones divergentes disputan la verdad de lo que es aceptable dentro del léxico de un idioma: la académica – instituida oficialmente por las academias de lenguas - o la consuetudinaria, es decir la instituida por la persistencia de su uso. En Francia y en España prepondera la primera ya que existen academias de la lengua que rigen la validez de una palabra, locución o expresión idiomática. En lenguas como el inglés predomina la forma consuetudinaria ya que es el uso, frecuencia y persistencia de las expresiones verbales lo que permite su ingreso al léxico establecido que se manifiesta por la incorporación al ‘Oxford Dictionary’. Hay ventajas y desventajas en cada una de dichas aproximaciones. Por una parte la primera es sometida a la crítica por su rigidez y su criterio arcaico que se niega a aceptar que el idioma es un elemento vivo dentro de la riqueza social y cultural de todo grupo humano. La segunda, se dice que es confusa, anárquica e incluso peligrosa ya que tiende a degenerar el idioma introduciendo términos impuestos por grupos cuya influencia en la sociedad es pasajera. En esta carrera se forma un estrato social, generalmente joven, que va a la vanguardia de este desarrollo. Dichas expresiones idiomáticas, posterior a la década de mil novecientos sesenta, se hacían notar sobre todo en la música y el argot juvenil tan desarrollado hoy en Estados Unidos por la inmigración hispánica. En países europeos como el Reino Unido y Francia ocurre algo similar por la presencia de habitantes de las ex colonias. Actualmente la forma consuetudinaria - por su incorporación espontánea de palabras debido a la rapidez con que se desarrollan los medios de comunicación, nuevas tecnologías y a la globalización - está desplazando a la primera. Ha surgido así un argot tecnológico conteniendo un sinnúmero de términos, nociones, siglas, conceptos, que requieren de una comprensión ardua del uso de computadores, cámaras digitales, ipods, etc. Las disciplinas tradicionales como la ley, la medicina, la linguística, las ciencias económico sociales, despliegan su propia jerga que facilita la comunicación entre aquellos que ejercen en dichos campos de acción, pero el argot tecnológico se distingue de aquellos por el radio de acción que alcanza a nivel de toda la población, ya que el uso de los artilugios tecnológicos (denominados gadgets en inglés), por la democratización con que el capitalismo abarata los precios, los pone al alcance de una parte considerable de la población. Al mismo tiempo, aquellos que no incorporan esta nueva tecnología, sea por razones económicas, rechazo, o incapacidad de adoptarla (especialmente personas sobre cierta edad), van quedando a la retaguardia del progreso impuesto por esta invasión que se da a todo nivel en la sociedad.
En esta rápida evolución del idioma es importante distinguir la forma de penetración de expresiones ajenas. La palabra lleva consigo dos elementos que la distinguen de la letra (elemento mínimo constitutivo del lenguaje): significación y sonido. Significación es un aspecto complicado que contiene historia, etimología; por tanto su propia evolución. La palabra ‘bárbaro’ sintetiza esta compenetración entre sonido y significado ya que su origen es onomatopéyico: los griegos y romanos la utilizaban para describir a aquellos de una cultura ajena que no hablaban su lengua; a sus oídos las lenguas ajenas no sonaban como una lengua propiamente tal, de ahí que en vez de hablar, esta gente, decían ellos, ‘bar, bar’, es decir emitían sonidos de la misma forma que cuando en castellano nos referimos al ‘bla, bla, bla’ como expresión de palabras huecas, sin contenido. Que griegos y romanos no comprendieran lenguas de aquellos que conquistaban, no significa que los pueblos conquistados no tuviesen una lengua propiamente tal; significa que esta lengua era incomprehensible a aquellos que no la hablaban. La etimología de esta palabra parece reforzar la tesis que sostiene que la historia la hacen aquellos que conquistan, de ahí que ‘bárbaro’ haya pasado a ser sinónimo de inculto, ajeno a las letras y a la civilización, pero también algo cruel, bestial, inhumano. En otros casos, cuando se ahonda un poco más en el origen de algunas palabras, el que conquista recoge de los nativos palabras que incorpora a su propia lengua sin que en la lengua original éstas tengan correspondencia alguna con el objeto nombrado. Por ejemplo, se cuenta en forma anecdótica que la palabra canguro en la lengua de los nativos australianos significa ‘no sé’ pues cuando los colonos ingleses llegaron a Australia le preguntaron a una persona originaria de esas tierras el nombre del marsupial. Aquella persona no lo sabía, por tanto respondió ‘no sé’ que en en su propia lengua se dice ‘canguro’. Una anécdota similar se cuenta de la península y Estado mexicano que conocemos hoy por Yucatán. En el castellano que se habla en América Latina están presentes también palabras de las lenguas nativas, sobre todo nombres propios de lugares, ríos, montañas, animales. Palabras como coihue, árbol que se asemeja al roble, se utiliza en Argentina, Chile y Perú y viene del mapuche koiwe. En Chile la palabra ‘laucha’ es mapuche, lo mismo ‘chépica’ que viene del mapuche chepika; ‘coipo’ del mapuche koipu, además de muchísimos nombres de ciudades, como Curicó, que significa ‘aguas negras’ (2).
El elemento significativo tiene gran importancia en la traducción de un idioma a otro. A veces la traducción literal funciona, pero en otras ocasiones falla estruendosamente en su significación cultural. Al respecto, los proverbios son reveladores ya que contienen un elemento cultural importante, como la expresión en castellano que dice ‘en casa del herrero cuchillo de palo’, que traducida en forma literal al inglés pierde su significado pleno. En este idioma lo correcto es decir the shoemaker’s children always go without shoes; en sentido literal esto se traduce como ‘los hijos del zapatero siempre van descalzos’.
En la dialéctica entre idioma y el acelerado desarrollo económico tecnológico resalta la penetración constante de la lengua predominante en el mercado internacional. Esto hoy, debido a la globalización, es aplicable al mundo entero. Tradicionalmente el castellano ibérico ha adoptado palabras del francés adaptándolas a la lengua castellana; el origen latino que ambas comparten facilita este traspaso. Pero la cercanía geográfica de América Latina a Estados Unidos y la influencia económica que éste ejerce sobre los países de la América hispanohablante ha hecho que las palabras del castellano utilizado en dichas naciones se deriven más bien del inglés. La palabra ‘ordenador’ (del francés ordinateur’) es la que se ha usado tradicionalmente en España. En los países latinoamericanos se utiliza ‘computador’ derivada del inglés ‘computer’. No obstante el francés hoy en día está siendo también invadido por palabras inglesas: en el país galo se escucha decir constantemente le parking ‘por estacionamiento’; faire le shopping por ‘hacer las compras’. Es en este contexto que la posición académica y la consuetudinaria se disputan la validez de este nuevo léxico.
Ciertamente que en su forma verbal el uso de palabras importadas es imposible de evitar, y en este sentido la batalla está perdida para aquellos que defienden la pureza del idioma permitiendo o no la incorporación oficial de ellas por decisión de un grupo de expertos. La situación es diferente cuando se trata de la escritura porque aquí reglan más los formalismos. Es algo que el escritor debe tener en cuenta en el momento de coger la pluma. Que debamos o no cuidar la pureza del lenguaje como forma de identificación con nuestro origen y nuestra cultura es un planteamiento que nos lleva a una polémica interminable, pero el escritor poseedor de la virtud de discriminar sabiamente al utilizar el idioma, tiene como referente primordial ese principio básico que guía su pluma, es decir, llegar a tocar con la palabra escrita lo universal de la naturaleza humana.

Carmen Malarée, Junio 2008.

(1) Darwin Charles, The Expression of the Emotions in Man and Animals, Harper
Collins Publishers, publicado por vez primera en Gran Bretaña por John Murray
en 1872.
(2) Félix José de Augusta, Diccionario Mapuche-Español, Tomo I, Segunda Edición,
Ediciones Séneca 1995.



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