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ORWELL Y ASTURIAS: SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS QUE DEFINEN LA CREACION LITERARIA

Carmen Malarée, Marzo del año 2006.

Cuando hablamos de una obra literaria, implícitamente estamos atribuyendo en ella características que la definen como tal y que de una cierta manera la distinguen de lo que llamamos ‘bestsellers’ o ‘éxitos de librería’. Hay creaciones literarias que se han convertido en ‘bestsellers’, pero no todos los ‘best-sellers’ pertenecen al mundo de la literatura. Es más, hay quienes dicen que un libro tiene que ser sometido al implacable paso del tiempo antes de que se pueda calificar de obra literaria. Lo que define un ‘bestseller’ es por sobre todo el mercado y la cantidad de libros que se venden. Que la coyuntura y las circunstancias permitan una venta alta es una cosa, pero que perviva a través de los años despertando el interés de los lectores por su contenido y su estilo es lo que pone a prueba un libro como obra literaria. Así por ejemplo, la obra de David H Lawrence, ‘El amante de Lady Chatterley’, tuvo un tremendo éxito de librería una vez que se le levantó la censura, pero ha mantenido su lugar en los anales de la literatura por la calidad de su estilo y la presentación de una temática complicada en una forma que escapa a la vulgaridad.

En los escritos de Shakespeare, de Cervantes, de Flaubert, de Proust, de Neruda, de Tagore, de Octavio Paz, por mencionar sólo algunos grandes de la literatura, está presente esa característica de perpetuidad. Hablamos también de la universalidad de una obra literaria, porque, aparte del tiempo, hay en ella un contenido que sobrepasa la cultura particular que representa, entregando un componente humano que toca la fibra de los individuos que va más allá de la geografía en la cual la trama se desenvuelve. En este sentido no importa en qué idioma una obra esté escrita. Lo que importa es que cumpla con la característica de saltar las barreras culturales específicas a cada nación para desvelar en su contenido este elemento universal que nos conecta a todos en nuestra condición humana. Hay quien dijo que la literatura es repetir en forma interminable las mismas temáticas con distintas palabras, con estructuras diferentes, en diversos ambientes y con cronologías propias.

A modo de ejemplo para resaltar estos dos elementos - perpetuidad y universalidad - implícitos en una obra literaria cabe mencionar dos novelas cuyos autores pertenecen a dos culturas bastante diferentes, escritas en dos idiomas distintos, pero que comparten una temática común: la ideología política llevada a los extremos de la tiranía. Subyacente en ellas hay una historia romántica, de un amor que crece sobrellevando penurias y peripecias para acabar en traición. Se trata por un lado de ‘Mil novecientos ochenta y cuatro’, de George Orwell (1903-1950 ), británico; y de ‘El Señor Presidente’, de Miguel Ángel Asturias (1899-1974), güatemalteco galardonado en 1967 con el Premio Nóbel de Literatura.

La trama de ‘El Señor Presidente’ se desenvuelve en Guatemala en un gobierno forjado en el ejercicio ilícito del poder, plagado de prácticas brutales como la tortura, el amedrantamiento por medio del terror infundido en los ciudadanos y la delación que premia al que la ejercita otorgándole beneficios individuales. Orwell, a quien debemos el término ‘totalitarismo’, plantea una realidad política similar en ‘Mil novecientos ochenta y cuatro’: bajo un régimen de completo dominio del individuo, condicionado a pensar y a actuar como un ente sin raciocinio ni voluntad propia, los personajes forman parte de un engranaje que funciona en torno a ‘Big Brother’, autoridad suprema e incuestionable que tiene carácter omnipotente, velando sobre cada individuo para que éstos realicen el cumplimiento del deber ciudadano dictado para su beneficio propio, que es perpetuarse en el poder.

La similitud de estas dos novelas no está sólo en el aspecto político-social que ambas encaran sino que corre por cada una de ellas una historia romántica que sirve de columna vertebral al desarrollo de la trama. En ‘El Señor Presidente’, el protagonista principal, Cara de Ángel, esbirro del tirano, cae en las redes amorosas de Camila, hija del general Eusebio Canales al que se acusa de traidor al régimen. El amor transforma a Cara de Angel hasta el punto que reniega de lo que había sido antes de conocer a Camila. Viven felices por un corto tiempo pero pesa sobre ellos la amenaza de la venganza por parte del Señor Presidente quien se siente traicionado por Cara de Ángel. Esta se materializa enviando a Cara de Ángel a un calabozo subterráneo donde lo mantienen incomunicado, maltratado física y emocionalmente e inmerso en el hedor de sus propios excrementos. La versión oficial es que ha salido del país – a Washington - en una misión diplomática especial en la que restaurará la confianza del Señor Presidente ante las autoridades estadounidenses la cual sus enemigos han tratado de menoscabar. En ‘Mil novecientos ochenta y cuatro’, el principal protagonista, Winston Smith, rompe el orden establecido por Big Brother al cuestionar la verdad establecida por el régimen. Su primer acto de rebeldía es grabar con su escritura en el papel la reacción del público ante la pantalla durante los Dos Minutos de Odio, propaganda vertida a diario contra el enemigo del régimen que se encuentra en el exilio. Winston se condena también al establecer una relación amorosa con Julia, la chica que comparte con él la visión crítica de la sociedad en que viven. Bajo ‘Big Brother’ está prohibido el pensar libremente, fuera del esquema de idea y valores impuesto por el sistema. Pero Julia argumenta que eso no lo pueden lograr y Winston asiente diciendo: ‘No, eso es verdad. No pueden meterse dentro de la mente de uno. Y si uno puede sentir que guarda lo que es humano en uno, aún cuando con eso no se pueda cambiar nada, uno les ha vencido’. Tanto en ‘El Señor Presidente’, como en ‘Mil novecientos ochenta y cuatro’ hay una inclinación a la preservación espiritual de la especie. Para Camila y Cara de Ángel, está en el sometimiento al régimen con el propósito de conservar la relación de plena realización humana entre ellos en una situación político social en la que nadie se fia de nadie. Así, cuando Cara de Ángel se enfrenta al Señor Presidente debe seguir la farsa del halago a éste para salvar su pellejo, pero él mismo se rechaza. Asturias lo describe así: ‘se tuvo asco. Seguía siendo el perro educado, intelectual, contento de su ración de mugre, del instinto que le conservaba la vida’. A Winston y Julia se les abre un nuevo horizonte cuando se dan cuenta que comparten su aversión a lo establecido por ‘Big Brother’ y que pueden confiar en la lealtad mutua. Al igual que Camila y Cara de Ángel deben simular su aceptación al orden establecido. En ambas novelas el ambiente de constante espionaje de los individuos por sus congéneres da tensión a la trama: en el contexto latinoamericano éste se efectúa con lápiz y papel, en cambio en la novela de Orwell se da con un alto grado de sofisticación tecnológica. Es esta realidad compartida en ambas obras lo que abre la brecha al escritor para realzar el contenido humano en las dos historias amorosas. Asimismo, cuando se traiciona la lealtad en la relación de la pareja, se quiebra el embrujo del amor. En la novela de Asturias, a Cara de Ángel se le hace creer que su mujer – despechada porque piensa que él la abandonó - le ha traicionado pasando a ser la amante favorita del Señor Presidente. Es entonces que a él se le mata la esperanza - la tabla de salvación que le había sustentado su espíritu - y muere una muerte degradante. En Orwell, Julia, bajo tortura revela que lo único que quebrantará el espíritu de Winston es someterle al contacto con las ratas, y así sucede. Romper el lazo de amor que los une basado en la lealtad mutua termina toda posibilidad de unión entre ellos, por eso cuando Winston y Julia se reintegran al régimen, ya ‘curados’ de toda rebeldía, saben que la relación entre ellos no podrá nunca reanudarse. Las autoridades también lo saben, por eso mismo les dejan ‘libres’.

El régimen de dictadura en la novela de Miguel Ángel Asturias, tiene su asidero en la realidad. La trama está inspirada en los tiempos del gobierno de Estrada Cabrera y representa las tiranías de las dictaduras latinoamericanas. En la novela de Orwell, en cambio, el autor proyecta hacia el futuro una sociedad hipotética y en base a la imaginación y la ficción nos entrega una perspectiva de la vida en un Estado totalitario. No se trata aquí de encontrar más o menos mérito en uno u otro poder creativo: la inspiración que arranca de condiciones concretas no es menos creativa que la realidad literaria que se forma a partir de la ficción. En la novela, el escritor crea su propio mundo, lo manipula, lo acomoda para atraer la atención del lector a los propósitos que se ha trazado. En este proceso creativo el escritor desarrolla el arte de trascender su mensaje más allá del marco cronológico de su obra traspasando también la cultura en la que ésta se circunscribe.

Tanto en la novela de Orwell como en la de Asturias el propósito es denunciar la opresión, la tiranía, el totalitarismo ideológico y por diferentes métodos ambos lo logran. Lo maravilloso de una obra literaria es que no importa dónde, cómo ni cuándo haya sido escrita, si se muestra en ella que los seres humanos se desenvuelven con valores comunes y que persiguen los mismos sueños e ideales.

Por Carmen Malaree.

Cuando el Premio Nobel de Literatura para el año 2005 se anunció, el escritor laureado advirtió al mundo que su discurso de aceptación tendría un contenido político. Aún más, fue preciso en cuanto al tema que abordaría: los Estados Unidos y su supremacía política y militar sobre el planeta. Fiel a esta declaración que hizo al diario británico ‘The Guardian’, el escritor cumplió su promesa. La persona a quien me refiero es Harold Pinter, poeta, escritor, actor y autor dramaturgo británico en cuyas obras teatrales se refleja su filosofía denominada ‘teatro del absurdo’. En dicha filosofía el autor revela las dificultades de comunicación humana a las que la sociedad moderna somete nuestra existencia.

Es este aspecto de la comunicación humana el que Pinter plantea en su discurso de aceptación al Nobel, haciendo la distinción entre lo que él llama la lengua de la literatura y la lengua utilizada en el campo del discurso político. El escritor, dice Pinter, se enfrenta a ‘explorar la verdad a través del arte’ y en el arte, señala, ‘no hay sólo una verdad, hay varias, porque la verdad es inalcanzable’. Por lo tanto, el papel del escritor es ‘la búsqueda constante de la verdad sin que nunca suspenda ni postergue esta tarea. Tiene que enfrentarla en el acto y sin demora’. Según Pinter, en el lenguaje político no se explora esta búsqueda, porque’ a la gran mayoría de los políticos simplemente no les interesa. Lo que les interesa es alcanzar el poder y mantenerlo’. Como escritor, afirma Pinter, él acepta que en la literatura la verdad es esquiva, pero como ciudadano no puede aceptarlo. Como ciudadano ‘debo preguntarme lo que es verdad y lo que es falso’. La literatura y la política se mueven sobre dos planos diferentes. En el plano del lenguaje político el objetivo es lograr que el control político se realice. Para alcanzarlo, señala Pinter, ‘la gente es sometida a la ignorancia y la ignorancia se mantiene con mentiras’. Para ilustrar, un ejemplo: la invasión de Irak ha sido justificada en base a la existencia de armas de destrucción masiva en ese país. Los acontecimientos posteriores a la ocupación han demostrado que esas armas no existían.

En su discurso Pinter menciona algunos países que han sido sometidos a la estrategia utilizada por los Estados Unidos que en inglés se denomina ‘low intensity conflict’ (conflicto bajo en intensidad), es decir, los habitantes de dichos países sujetos al control brutal de las Fuerzas Armadas al interior de ellos. Una vez que el régimen se ha instalado en la estructura de poder, dice Pinter, los Estados Unidos declaran que la democracia ha predominado en el país. La lista de tales países es larga, apunta el escritor: ‘Los Estados Unidos apoyó y en muchos casos gestó los regímenes militares y las dictaduras de derecha en el mundo en el período que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Me refiero a Indonesia, Grecia, Uruguay, Brazil, Paraguay, Haiti, Turquía, Filipinas, Guatemala, El Salvador, y por supuesto, Chile’. Miles de muertes se han perpetrado en nombre de la libertad y de la democracia que los Estados Unidos, con su política exterior se enorgullece de establecer en dichos Estados-Nación. Según Pinter, llevan a cabo esta misión de una manera muy hábil: por medio de la manipulación de los políticos al interior de estos países, utilizando al mismo tiempo la mascarada de la bondad universal. Al respecto, dice así: ‘Les digo que sin duda alguna, los Estados Unidos han puesto en escena el espectáculo más grande del mundo para lograr su objectivo: es un espectáculo brutal, indiferente, despreciable y también muy hábil’.

Si los Estados Unidos se sirvió de la mantención del conflicto bajo en intensidad en los años de la Guerra Fría, cuando se levantaban como los protectores de la democracia y del mundo libre en oposición al enclave comunista, hoy en día esta estrategia ha sido abandonada y reemplazada por otra. Para imponer su hegemonía político-militar, los Estados Unidos ya no están sujetos al cuestionamiento de nadie. Al respecto cobra especial relevancia la siguiente frase del Presidente Bush después del atentado terrorista que trajo consigo el derrumbe de las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York: ‘O están con nosotros o contra nosotros’. Respaldados por la amenaza terrorista justifican sus acciones, ignorando las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas, tratan de chantajear subrepticiamente a las naciones pequeñas del Consejo de Seguridad de dicha institución para obtener el voto de éstas e invadir Irak, y se declaran los dirigentes del mundo libre. Para Pinter, la invasión de Irak ha sido ‘un acto descarado de terrorismo de Estado, que demuestra el desprecio más absoluto por los principios establecidos en la ley internacional’. Las bases logísticas de las que dispone este nuevo imperio le permite implantar su política internacional en forma implacable. Señala Pinter que actualmente los Estados Unidos disponen de 702 instalaciones militares en 132 países. Poseen 8,000 cabezas nucleares, de las cuales 2,000 están listas para ser disparadas en 15 minutos. Esta supremacía militar en el mundo les permite reemplazar totalmente su estrategia de conflicto bajo en intensidad por lo que ellos llaman ‘full-spectrum dominance’, o sea ‘dominación total’, lo que significa control de tierra, aire y espacio sobre los países ocupados.

El día que Mister Bush declaró el fin de la guerra en Irak con la frase ‘Misión cumplida’ impresa en un gran estandarte atravezando de babor a estribor, uno de los buques de guerra estadounidenses, 100,00 iraquíes habían perecido víctimas de los bombardeos y eso antes de que comenzara la resistencia a la ocupación. Pinter no duda en apuntar a los culpables: Mister Bush y Mister Blair. No sólo Irak sufre las consecuencias de una guerra injusta, sino que este ‘acto de bandidos’ también trae consigo la pérdida y la mutilación de soldados estaunidenses que inquieta a la opinión pública en los Estados Unidos. Pinter apunta su dedo acusador al Primer Ministro Británico, a quien le corresponde un alto grado de responsabilidad en esta aventura: invadieron un país pensando que la población les recibiría con los brazos abiertos y proyectaban en la gente un paralelo con las imágenes de la Europa liberada por la ayuda de las fuerzas militares estadounidenses al fin de la Segunda Guerra Mundial. Inmediatamente después de la invasión, nos recuerda Pinter, Mister Blair aparecía en una foto en los diarios británicos besando las mejillas de un niño irakí bajo el título ‘Un niño agradecido’. Pocos días después, otro niño irakí, de cuatro años y con ambos brazos amputados, hacía noticia en Gran Bretaña. Su familia completa, muerta por una bomba lanzada por los aviones invasores. ‘¿Cuándo me darán de vuelta mis brazos?’ pregunta el niño. Pinter dice ‘Bueno, Mister Blair no tenía a este niño en sus brazos, ni tampoco tenía a ningún otro niño mutilado ni tampoco los cadáveres ni los cuerpos inertes de muchos otros.’ Las acciones de Mister Bush y Mister Blair, afirma Pinter, reúnen las condiciones para que sean procesados en la Corte de Justicia Internacional, pero la astucia de Mister Bush le ha llevado a la decisión de no ratificar este acuerdo de las naciones civilizadas. Es más, Mister Bush ha amenazado que si se pone a uno de los soldados o políticos de su país en el banco de los acusados su país enviará a sus marinos para liberarlos. ¿Acaso no es ésta la política del cowboy de la pantalla aplicada a la realidad del mundo hoy?

Pinter cita los siguientes versos del poema de Neruda, titulado ‘Explico algunas cosas’, en el que el poeta chileno revela el horror de la guerra civil española:

Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños,
corría simplemente, como sangre de niños.
Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiarían!
Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!
Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale una fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.
Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!

Pinter señala que el poema de Neruda logra proyectar un mensaje literario y humano: ‘de ningún otro poeta de la poesía contemporánea he leído una descripción tan fuerte y visceral acerca del bombardeo a los civiles.’ Al igual que en las imágenes visuales impregnadas en la tela por Picasso en su ‘Guernica’, Neruda nos entrega con palabras, la bestialidad y el horror de la guerra, por sobre todo, de la guerra moderna que no tiene ninguna consideración por la población civil. Sólo aquí, en la lengua literaria, encontramos la cruenta verdad que la lengua del discurso político oculta. Es la verdad de la que hace hincapié al comienzo de su discurso y que como ciudadanos tenemos el deber de descubrir.

He abordado aquí los aspectos a los que Pinter alerta a los escritores en su búsqueda por la verdad. Es inquietante la claridad con la que nos muestra la dicotomía discursiva para expresar una sola realidad. Hago la salvedad de algunas excepciones notables en el discurso político, como Nelson Mandela, y no cabe duda que hay muchos otros. A nivel mundial hay desilusión en la ciudadanía por la forma en que se implementa la política, la necesidad de ocultar y justificar errores requiere la lengua del engaño, de los eufemismos que aunque paradojales en su lógica los aceptamos como parte del lenguaje diario. ¿Cómo podemos encontrar una justificación lógica en términos como’collateral damage’ (daño colateral) o ‘friendly fire’ (disparos entre amigos)? Daño colateral, es simple y llanamente muerte de civiles por bombardeos indiscriminados o que se ven fortuitamente involucrados en el combate entre las fuerzas de ocupación y las de la resistencia en Irak.

Para terminar, una cita del escritor que resume ingeniosamente el enfoque de su discurso: por la tarea que conlleva, dice Pinter, ‘la vida del escritor es altamente vulnerable, está casi indefenso. Es verdad que está aislado y no encuentra cobijo alguno a menos que mienta, en cuyo caso podríamos decir, que se ha transformado en un hombre político’.

Carmen Malarée, febrero 2005
Nota: El diario británico de circulación nacional ‘The Guardian’, publicó el discurso de Harold Pinter el dia 8 de diciembre del 2006. Las referencias y citas textuales entregadas aquí se basan en dicha transcripción. Las frases y opiniones que no están entre comillas son de la autora, así como también la traducción del inglés al español.





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